Niños con Trastorno del Espectro Autista

El secreto de sus ojos

Nota


Desde que Kanner y Asperger describieron el trastorno autista por primera vez en 1943 y 1944 respectivamente, la atención que psicólogos y otros curiosos de la mente humana han puesto sobre las particularidades de estos niños ha ido en aumento. Para muchos de nosotros, el cerebro de los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA) equivale a un universo profundo, misterioso y hasta hace poco, inaccesible. Si bien empezaron a conocerse las diferentes áreas del cerebro y los diversos componentes genéticos asociados con el trastorno, hay algo más que todavía permanece, un silencio reinante en torno a cómo dichos componentes se asociaban para dar como resultados aquellos síntomas tan característicos.

Detalles importantes


Antes de seguir, nos gustaría explicar brevemente porque hablamos de “Espectro Autista”; y es que los niños con este trastorno, aunque compartan ciertos síntomas (dificultad en la comunicación verbal y no verbal, dificultades en la interacción social, conductas estereotipadas e intereses restringidos) presentan tan alta variabilidad en la expresión de sus síntomas, en sus diversos tipos de inteligencias y en el grado de comorbilidad con otros trastornos, que hablar de “un” autismo, no hace justicia al universo que representa cada uno de estos niños. Y dicho esto, ya te habrás dado cuenta que la imagen del niño autista que solo puede estar hamacándose en un rincón de la habitación no es mas que otro mito creado por series, películas y otros medios de comunicación.

¿Pero qué tienen de particular los ojos (o más precisamente la mirada) de estos niños?

Es probable que alguna vez hayas escuchado la frase “Los ojos son la ventana del alma”. En nuestro equipo decidimos modificarla un poco y transformarla en, “Los ojos son el camino, hacia los misterios del cerebro” y con esta idea en mente nos pusimos a trabajar.

Explicándolo de manera muy general, los ojos están conectados, mediante los nervios ópticos, directamente con el cerebro. Esto significa que una imagen, luego de entrar por la retina, viaja muy rápidamente por los nervios ópticos hasta llegar a un área especializada del cerebro que se encarga de procesar la imagen vista y darle significado; luego tu cerebro decide cómo responder a dicha imagen.

Así como el cerebro procesa los inputs del exterior, también depende del cerebro definir la dirección de la mirada y cuánto tiempo debes fijarla para lograr procesar una imagen. Es decir, que lo podemos pensar como un cuadro de doble entrada donde la información tiene tanto una direccionalidad como otra.

Diferentes autores (Boraston and Blakemore, 2007; Klin, Klaiman and Jones, 2015) estuvieron trabajando en el tema evaluando a niños con TEA utilizando un Eye-Tracker (un dispositivo utilizada para registrar los movimientos oculares con alta precisión). Descubrieron que, proyectando en una pantalla una situación social vs la imagen de objetos, los niños con TEA miraban una mayor cantidad de veces, a los objetos. A su vez, presentaron un estímulo facial (el rostro de una actriz hablando a la cámara) y descubrieron que la mirada de los niños con TEA se mantenía durante menos tiempo en la región ocular que la del grupo control.

Lo que dichos autores descubrieron, que los niños con TEA tienen un patrón de mirada especifico, abre la puerta a un diagnóstico más preciso, objetivo y sobre todo, más temprano. En NEUFISUR, estamos trabajando para lograr no solo la posibilidad diagnostica de TEA con Eye-Tracker en Bahía Blanca, sino también que el diagnostico sea accesible para todo aquel que lo necesite.


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